Estamos en un momento caótico, estresante, triste, frustrante, quizá de soledad… pero también de unión, de prioridades, de consciencia y de consumo inteligente.
Estos días he podido hablarles un montón en IG sobre este momento de contingencia, en donde muchos hemos decidido, por voluntad propia y otros de manera obligada, realizar aislamiento. En mi caso, creo que ayudo a no esparcir el virus y bajar la probabilidad de que, incluso, pueda correr yo un riesgo de contagio.
Sin embargo, me he topado con algo que jamás, jamás me había pasado.
Estoy muy acostumbrada a estar sola, a estar en mi casa, sentarme a comer y ver Netflix sola. Hice alguna vez home office tres años y ahorita llevo casi año y medio bajo este sistema de nuevo. No les miento, juré que esto me sería más fácil.
Pero no.
Estuve guardadita en mi casa desde el domingo 15 de marzo y aunque quería hacer aún varias cosas, decidí que lo mejor era no salir más de mi depa. Pasó domingo, lunes de puente, y de martes y viernes estuve trabajando de manera habitual. Pero luego, llegó el fin de semana, días en los que siempre salgo corriendo del depa, días en los que lo único que quiero hacer es andar en la calle.
Obviamente no fue así.
Entonces sentí mucha, mucha ansiedad, paranoia y miedo, lloré. Extrañé la libertad, extrañé tener la opción de qué hacer con mi tiempo y de, si estaba aburrida, agarrar las llaves de mi coche e irme a algún café.
Claro, lo primero que hice fue hacer videollamadas, hablar por teléfono, jugar en línea (yo nunca descargo juegos en mi celular)… sí, esto como adicional a lo que siempre hago, como escuchar música, leer, chatear, etc.
Ayer me dije «wey, tú que te jurabas la más preparada estás a dos de arrancarte el pelo» y, claro, caí en cuenta en cómo por mucho que estemos acostumbrados a estar solos o que, incluso, digamos que nos gusta estarlo, Nadie quiere la opción de no ver a alguien en persona una vez más. Nadie.
La soledad es una decisión, tu eliges cuando y en donde disfrutarla. Pero cuando esto se vuelve tu única opción, todo cambia. Posiblemente no la pases bien, mucho menos si no sabes cuánto va a durar.
Y no se trata de crear pánico, para nada. Se trata de ser realistas. De entender que bajo la situación que estamos, no hay nada mejor que la distancia, que la consciencia y consideración.
Está bien extraño como sabiendo que en este blog les hablo muchísimo sobre vivir sola, conocerse en soledad, disfrutar estar sin compañía; de pronto todo se vuelve contrario. Ahora quiera hablarles de cómo sobrevivir la soledad.
Pienso: si tuviera roomie, quizá sería mejor.
O quizá no. Varias también me han escrito diciéndome que estar con las mismas personas encerrados es caótico y que, por momentos, quisieran estar más en mi situación. ¿Ven? Un claro ejemplo de que nadie está en los zapatos del otro.
Valoro mucho tener la compañía de mis perros, valoro demasiado tener la oportunidad y posibilidad de mantenerme a salvo, de sentirme tranquila haciendo todo aquí en mi depa, en mi lugar seguro.
Por ahora haré cuanto pueda para sobrepasar ese momento, no soy negativa, créanme que no, todos los días agradezco estar bien, que los míos lo estén y quiero que todo siga así. Busco actividades por hacer, me pongo a escribir (como ahorita) y demás cosas que pueda hacer. Me he cocinado mucho, cosa que me viene bien.
Como sea, acompañados o solos, pasaremos este mal momento, serán semanas difíciles, semanas en las que nos conoceremos más como individuos y como comunidad.
Estamos lejos, pero juntos, muy juntos en esto.
Las quiero. Lávense sus manitas y no se toquen la cara, por favor.