Pasó un año.
Ya un año de vivir con una pandemia mundial, ¿quién se lo iba a imaginar?
Como cada fin de semana, andaba turisteando en mi CDMX preciosa, recoriendo el Museo de Antropología, caminando por el Desierto de los Leones. Así fue mi último sábado de marzo del 2020 antes de decidir encerrarme. Para el domingo, tuve que olvidarme de mi plan de subir al mirado de la Torre Latinoamericana para admirar desde lo alto las jacarandas que embellecen alameda central, y toda la ciudad en realidad. Desde entonces no dejo de pensar en eso y siento un huequito en el estómago cuando en mi realismo, me doy cuenta de que esta primavera quizá tampoco pueda hacerlo.
Ha pasado mucho.
Comencé la pandemia con mucho miedo, con tristeza y demasiada incertidumbre, recuerdo que el primer mes me sentía colapsar, tarde como 3 meses o más en volver a ver a mi mamá.
Me busqué la manera de seguir en contacto. Las videollamadas se volvieron un plan, el desayuno con los amigos a través de la cámara, una copa de vino con las amigas, horas y horas de pláticas frente a una pantalla.
Por momentos me sentí muy sola, pero comencé a hacer ejercicio, cociné más, me di mis días para no hacer más que estar tirada en la cama viendo pelis o series. Aprendí a no sentir culpa por eso.
Un año después de modificar mi manera de interactuar, vivir, comprar, convivir y hasta de conocer gente, debo decir que he aprendido mucho.
En el camino, se me fueron personas importantes, ¡qué manera de enfrentarse a los duelos! Sin poder abrazar o consolar, algo más que tuve que aprender a hacer de lejos y sola.
Todos, inevitablemente la pasamos mal por momentos, bien por otros, decidimos cambiar o las circunstancias nos obligaron. Como haya sido, nadie es lo que era hace un año.
Marzo, el mes donde todo comienza a florecer, donde el sol calienta con más fuerza, llega la primavera. Quizá eso debemos tener presente. Ese mes que marcó el inicio de una nueva vida nos vino a enseñar a crecer ilimitadamente aún con limitaciones, nos enseño a encontrar la calidez donde antes no la veíamos, a estar cerca aún sin poder tocar, a sonreír aún teniendo la mitad de la cara cubierta.
Es aún incierto cuánto queda por vivir así, espero que sea poco. Pero eso sí, ya falta menos, cada día que pasa es uno menos.
¿Se acuerdan de esa nefasta imagen que comenzó a compartirse por todas las redes sociales? Esa que decía «Si no sales de esta cuarentena con un libro leído, una habilidad nueva o un negocio nuevo, nunca te faltó tiempo sino disciplina», ¿Neta?
Nos enfrentamos a nuevos miedos, nuevas preocupaciones, nuevas ansiedades. Literalmente todos tratamos de sobrevivir, qué más da lo que hayas hecho o no durante ese tiempo, aquí lo único importante es cuidarse y cuidar a los otros, finalmente tomamos en serio la frase «lo importante es que tenemos salud«.
Ahí la llevamos, lo hemos hecho bien.
Síganse cuidando, que espero con ansias poder organizar la nueva Fiesta en el Depa y poder abrazarnos mucho.