¿Estamos cansadas de los clichés?, quizá sí. Pero dentro de cada cliché hay un pedacito de fe y es por eso que seguimos de pie.
Porque en cada uva, en cada borreguito o en cada «Año Nuevo, sorpréndeme», esta nuestra esperanza, están nuestros profundos deseos de tener días mejores.
No hay duda, este 2020 quizá nos quitó mucho o poco, quizá nos quitó dinero, amor, trabajo, viajes, salud, seres queridos. ¿Cómo agradecer a un año que nos hizo doler el corazón?
¿Cómo agradecerle a un año que nos enfrentó a la soledad, a la frustración, desesperanza y miedo?
Fue el año en que menos besos di, en que menos abrazos tuve, en que menos lugares recorrí. ¿Qué se agradece?
Todo. Todo lo bueno que no estás observando y que además estás dejando pasar como si esa estrella en la oscuridad no tuviera valor alguno.
Este 2020 pude pasar más tiempo con mis perros, aprendí de astrología, impartí por primera vez un curso, cociné más, me relaje, descansé, retomé el ejercicio, usé menos maquillaje, compré menos ropa, me mude a un nuevo departamento, alimenté mi fe. Compré más plantas. Amé y perdoné. Solté mucho.
La pandemia es un desastre mundial, claro que lo es. Pero este momento nos enseña que trabajar en uno mismo es lo que todos debemos hacer no sólo en estas situaciones.
Podría decir que la empatía y el egoísmo se vieron de frente estos últimos 10 meses, nos dividimos constantemente entre hacer o no hacer, entre hablar o callar. Entre vivir o morir.
Agradezco al 2020 haberme sacudido tanto, porque así pude ver más claro, así pude terminar estos días con más paz, con más calma, con menos peso.
Sin duda, es un año que no vamos a olvidar, que por momentos parecía no avanzar, que no tendría final. No sabemos qué viene para el próximo, tal vez nos sorprenda, tal vez no. Pero eso sí, tiene que ser mejor, porque nosotros crecimos y cambiamos, para bien, de eso no tengo duda.
Las circunstancias no nos hacen, nuestra respuesta a ellas sí. Si vas a dar las gracias hoy, que sean para ti. Por aguantar, por no rendirte, por mantenerte positiva aunque muchas veces era casi imposible, por ser mejor, por estar a la altura de las situaciones.
La fe no funciona sin amor, la fe no funciona sin trabajo, la fe no funciona sin alguien que la porte. Quiere mucho, quiérete más; trabaja día a día para encontrarte en un entorno más suave, menos rasposo. Ándate todos los días con fe.
Que este inicio represente para ti lo que más motivación te dé, lo que te agite más el corazón y te haga sudar las manos. Que te cures de todo eso que algunos otros señalaron o juzgaron, que te cures de eso que te duele. Pero siempre desde el amor, nunca desde otro lugar.
Te quiero mucho, gracias por seguir conmigo un año más.
«Y decimos adiós y pedimos a Dios, que en el año que viene a ver si en vez de un millón, pueden ser dos…»
Un año más – Mecano
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